Ha llegado para quedarse. La economía
colaborativa es una nueva realidad que está incorporándose a la sociedad como si se tratara de una tecnología
disruptiva, cual tsunami. Y ello, a pesar que hablamos del trueque de
bienes y el intercambio de servicios entre particulares, es decir, algo tan
antiguo como el ser humano. Pero ocurre que Internet ha transformado el trueque
en un fenómeno de masas y lo ha elevado al rango de alternativa al sistema económico
tradicional.
La implantación de este nuevo modelo
económico permite asignar los recursos
de manera más eficiente entre los miles de recursos infrautilizados que
poseemos. En todo caso, debemos distinguir entre modelos beneficiosos para los
consumidores y otros que lo son para el conjunto de la sociedad. Un banco de tiempo no es lo mismo que Uber (la plataforma que permite
ofrecer un coche particular como medio de transporte alternativo al taxi
tradicional).
Las TIC son la base de
esta nueva realidad, las “startups”
el motor que hace consolidar el
modelo al crearse nuevas plataformas que permiten el trueque y, el cambio de mentalidad de la sociedad es
la clave de que el modelo esté irrumpiendo
de forma tan acelerada en los últimos tiempos. Cambio sobrevenido por la
crisis económica.
Respecto a las TIC, debemos destacar
tres aspectos: la utilización de
internet como principal medio para la interacción de la oferta y la demanda
de productos y servicios. La presencia universal de internet supone la
eliminación de muchas de las barreras al intercambio existente en los mercados
tradicionales, permitiendo al mismo tiempo la reducción de intermediarios, de
costes de transacción y ofreciendo facilidades a los consumidores en términos
de inmediatez, información y comparación de la oferta. El uso de plataformas virtuales que permiten una gran capacidad de
gestión de datos de forma inmediata y a bajo coste, posibilita la gestión eficiente de un gran
número de transacciones, en mercados de alta liquidez y con costes iniciales
relativamente reducidos. La proliferación
de los dispositivos móviles como medio para acceder a estas plataformas de
intercambio, mediante aplicaciones específicas que aportan a la demanda
inmediatez y ubicuidad de acceso a los servicios.
Sin embargo, otra parte de la ventaja competitiva de los nuevos modelos
podría basarse también en la existencia de un vacío regulatorio o en la asimetría en el cumplimiento de la regulación,
tanto sectorial como transversal, aplicable para otros agentes que operan en
mercados con servicios similares. A estas incertidumbres debemos sumarle la
dificultad de controlar legalmente a las empresas de la red que tienen la sede
en un país y ofrecen servicios a consumidores de un Estado que se ubica en otro
continente. Por lo tanto, es necesario revisar
el marco regulatorio puesto que el
actual se ha quedado obsoleto ante la falta de encaje del entorno
colaborativo. Hoy día nos encontramos ante un escenario alegal que ya ha
provocado disputas en diferentes sectores.
Destacable es el sector del transporte y turístico. Los taxistas de las grandes
ciudades y los negocios como hoteles o apartamentos turísticos han puesto el
“grito en el cielo” ante los nuevos negocios que les está provocando una merma
en sus beneficios al actuar sin respetar las normas establecidas. Incluso se
han producido huelgas y manifestaciones.
Tal y como ha ocurrido a lo largo de la
historia, la Ley siempre reacciona de forma lenta y por ello aún no responde
con coherencia a este nuevo reto. Se escuchan voces de todo tipo: desde los que
abogan por ilegalizar todo negocio que no respete el marco regulatorio actual; los
que opinan que deben permanecer en la alegalidad; a los que creemos que es más
coherente y beneficioso para el interés general el alcanzar un acuerdo que no
límite el progreso ni la evolución natural de una sociedad y, al mismo tiempo,
no perjudique a las entidades o profesionales que respetan las reglas del juego
actuales.
La Comisión Nacional
de los Mercados y La Competencia (CNMC) es uno de los organismos que debería
responder a este reto por eso el pasado noviembre de 2014 lanzó una consulta pública para, “alcanzar
conclusiones y recomendaciones que faciliten un desarrollo de la regulación
eficiente de estos nuevos modelos económicos”.
El presente desconcierto es indudable y máxime cuando nos encontramos ante una
nueva figura en el mercado como son las personas
que consumen y a la vez producen, es
decir los “prosumidores”. Por ello en
ocasiones es complicado distinguir entre
la parte débil y fuerte en la relación contractual. En consecuencia, la
legislación actual en el ámbito del consumo, que intenta compensar las
relaciones contractuales desiguales, no sabe cómo actuar…puesto que, en
ocasiones, no alcanza a distinguir entre un consumidor y un empresario.
Como en muchos campos en los que las TIC
y la globalización son protagonistas, se requieren
instrumentos supranacionales (tratados o normas internacionales) para atajar
esta nueva realidad de forma coherente y armonizada. De nada sirve que a
nivel local, regional e incluso estatal se elaboren reglas que, aún con ánimo
de regular y acabar con el problema, se vean desbordadas por un escenario global
que desde su jurisdicción no pueden llegar a responder con eficacia.
De lo que no me cabe la menor duda, es que finalmente se regulará la economía colaborativa
puesto que el interés de los estados
por conseguir nuevas fuentes de ingresos
es insaciable y los ingresos fiscales
que provocaría la regulación serían cuantiosos…
ALBERTO CUESTA
Abogado-Director en
URECA-Legal (nº32.435)
Vocal Sección TIC y
Propiedad Intelectual del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona
Miembro Registro
AULETEC – Abogados auditores de entornos tecnológicos (Lic.nº33)
Miembro del
Observatorio Iberoamericano de Protección de Datos
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